viernes, 13 de noviembre de 2015

III DOÑANA TRAIL MARATHON 2015

Hay carreras que se corren con el corazón.
Y esta fue un claro ejemplo de ello. Llevaba toda la semana resfriado, o con gripe. Aunque nunca pensé en no ir a la carrera, pero si en que si no podría cumplir el objetivo de hacer 6h. Iría y la acabaría fuera como fuere.
El Doñana Trail Marathon es una carrera relativamente sencilla, donde, creo, la estrategia es la clave del éxito, tanto si vas a hacer marca como a acabarla simplemente. No dejan de ser 73 km, que aunque prácticamente llanos, pero pueden llegar a hacerse eternos. 


Apoyo incondicional...
 Mi estrategia era sencilla, hacerla a la inversa que el año pasado, y correr tranquilo los primeros kilómetros y a partir del 45-50 subir algo el ritmo. Hasta el 50 querría correr a una media de 5:30 y desde ahí, tratar de hacer los 20 restantes entre 5 o 5:20 min/km. (5h 50'-6h)
El inicio, aún así fue demasiado rápido y en lo 35km ya iba demasiado por debajo, a 5:10 min/km, pero con unas sensaciones extraordinarias, para las condiciones en las que iba. Pero a partir del km 20 empecé a notar algo en el pie derecho, que tenía toda la pinta de llevar el nombre a ampolla. No es que doliera, pero si incomodaba bastante. En el avit del 30 paré a ver en qué condiciones estaba, porque de la molestia pasó a dolor, y la imagen fue mucho más impactante de lo que esperaba. Y es que tenía una burbuja completamente llena de sangre. A todos los corredores que pasaban les pedía una aguja y lo más que me ofrecían era un imperdible medio oxidado… así que la mejor opción sería cortarla con un plástico de envoltorio de un ibuprofeno. Tenía decidido que no iba a seguir, porque no creía que con eso aguantara mucho tiempo, pero llegó mi amigo Marcos que iba también jodido, y como iba caminando, decido ir con el a ver hasta dónde llegaba. Un buen pegote de vaselina y a andar.
Esa cara... pensando en parar ya.
Lo cierto es que no dolía tanto, aunque me obligaba a pisar mal, probé a trotar, y más o menos iba.
Sobre el 35 en el Quema, avituallamiento lleno de avispas que apenas te dejaban hueco para comer un poco, sólo agua y al 39 donde estaba la familia. Hasta allí reflexioné, y aunque no me faltaba demasiado para que me dijeran que me retirara, nadie se pronunció, se ve que tampoco llevaba buena cara. Al cambiar el calzado y los calcetines, vi que no estaba tan mal la ampolla, otro viaje de vaselina y a trotar de nuevo.
Los km iban cayendo poco a poco y casi sin darme cuenta llegaba a Hinojos, sobre el 50, donde esperaba ver de nuevo a Belén, los críos, Marta y Cuevas, pero allí no quedaba nadie. Uf pues no me quedaba otra que seguir.
Desde aquí ya había que llegar!!
Desde aquí viene un tramo bien bonito, aunque cargadito de arena, este año no estaba tan compactada, lo de antes no merece la pena ni recordarlo, eran tramos bien horribles!!
Sucede una cosa curiosa, que también pasó el año pasado, pasas del km60 al 65 en apenas 10 minutos, es el tramo más rápido… los carteles estaban un poquito mal puestos.
Sobre el 68 estaría el último avituallamiento, donde encontré a Marcos de nuevo, ya retirado y a Jesús, que se enfrentaba a su primera carrera larga y logró terminar exitoso. Enhorabuena.
Ya no sabía ni cómo apoyar el pie, a veces corría de puntillas, otras veces normal… pero lo cierto es que me empezó a aparecer un dolor brutal a falta de 11 km en la parte derecha del pie.
Vamos una penuria de carrera.
Pero que al final, terminé, casi dos horas más que el primer año, pero termine...

Si no hay aguja...
Casi todas las carreras que hago las dedico a alguien, y esta es la de mi sobrino Lucas, que ahora pasará por una fase muy dura, el, mi hermana, mi cuñado y su hermano Iván.
Cuando me faltaban unos 100m allí estaban todos, mi hermana me dió a mi sobrino, y a mi lado Iván y Héctor. Yo llevaba el nombre de Lucas escrito en el dorsal, todos imaginarían que sería el mío. Al cruzar en meta se escuchó bien alto el nombre de Lucas. Nada más atravesarla le dije casi entre lágrimas, que el mismo coraje que le puse yo a esta carrera lo tenía que poner él a partir de ahora.

Debo reconocer que no disfruté nada de esta prueba, es más la llegué a odiar con todas mis fuerzas. Pero la lección está bien aprendida, hay veces que cuando tu cuerpo no puede más, y tu cabeza le manda parar constantemente, sale algo del corazón, que te empuja y empuja. Que hace que no sientas tanto dolor, que los pensamientos se queden perdidos con cada una de las huellas de las zapatillas en la arena.
Y eso lo tenemos todos, sólo hay que dar con ese coraje, encontrarlo y explotarlo, para conseguir tus objetivos.


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