lunes, 4 de marzo de 2019

La Güina

La Güina, La Agüina... o como cada cuál prefiera llamarlo (aunque realmente es el Cordel de Mirandilla), es un camino que sale de Mérida dirección norte, paralelo a la vía de la Plata, ambos se unen en la Cañada Real Santa María de Araya, poco antes de llegar a la conocida Casa de Campo de Mérida.
Es un recorrido que suelo hacer con muchísima frecuencia, tanto, que casi conozco cada piedra. 
Con lluvia, sol, niebla.
De día o de noche.
He realizado ese trazado decenas de veces, lo suficiente para que cada vez que recorro su embarrado terreno, en la parte más alta, cerca del vértice geodésico,en el Cerro de Quiebravigas , los días de lluvia, pueda encontrarme con alguna sorpresa diferente.
Es un recorrido que suelen evitar los ciclistas los días de lluvia. 
En sus diferentes tramos, mezcla arcilla roja, jabre e incluso calzada empedrada. Si bajas a la antigua N-630, en uno de los desmontes podrás apreciar las diferentes capas de la calzada, posiblemente original.
La conducción subterránea de Rabo de Buey recoge agua de manantiales y aguas subterráneas,es otro de los atractivos de este recorrido, que únicamente visito cuando voy andando, y que me enseño mi padre hace muchos años.
Para mi, es uno de los recorridos de unos 10 km más bonitos que pueda realizar en Mérida.
Cuando pasé esta mañana, al volver, antes de llegar al pozo de las Arquitas, en el inicio del Cordel de Mirandilla, una cría de conejo, se asomaba tímidamente al borde del camino. Al ir acercándome, veía que no se apartaba, aunque parecía notar en el suelo las vibraciones de mi pisada al llegar hasta el.
Se mostraba impasivo, aunque al mismo tiempo, parecía querer llamar mi atención. 
Me extraño. 
Al acercarme, vi que  los ojos los tenía cegados, y su pelo, estaba algo mojado. 
No sabía qué hacer, así que traté de apartarlo del camino sin posarlo sobre la hierba que estaba empapada y seguí mi camino sin dejar de pensar si haría bien o mal. 


El pobre chiquillo creo que tratada de pedirme ayuda.
Nos despedimos.
Llegué, como siempre que llueve y decido ir por allí, con las zapatillas cargadas de zuecos de barro pegado a la suela. Los calcetines, a la altura del tobillo, marcados del roce del barro. y la parte interior de los gemelos también.
Toca sacudir con el suelo.
¿Qué habrá sido del conejo?




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